Welcome to America

Time

A pocos días de su celebración del Día de la Independencia, Estados Unidos atraviesa (otra vez) una crisis de relaciones públicas gracias al modo con el que la administración actual trata a las familias de inmigrantes hispanoamericanos.

La situación es tensa para EE.UU. Sin embargo, ese turbio panorama parece convertirse en un ambiente de normalidad para los ciudadanos de ese país. Dado que el gobierno del presidente (aún me parece risible y francamente estúpido usar esa palabra antes del siguiente nombre) Donald Trump se ha caracterizado por sus polémicas, radicales y extremas políticas; Estados Unidos se ha convertido en un agujero de controversia al que todo el mundo voltea a ver cuando las cosas empiezan a salirse de control como exigiendo explicaciones (y señalando culpables).

Según algunos ciudadanos, la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de 2016 se debió únicamente a intereses económicos. La versión es que un gran número de estadounidenses pasaron por alto las declaraciones racistas del empresario, las acusaciones de acoso sexual en contra de éste y demás escándalos para enfocarse en sus promesas con relación a la situación económica de su país. Después de todo, Trump ha sido siempre un sujeto hablador que disfruta cuando la prensa se escandaliza con sus declaraciones y que persigue ser el centro de atención, independientemente de si ésta es positiva o negativa. Sin embargo, parece que el chiste se les volteó y ya no les causa tanta gracia.

Para el resto del mundo, la llegada de Trump al puesto más importante del planeta generó incertidumbre, temor, paranoia, enojo. No podía ser de otro modo, con los ataques que lanzó a todo el que pudo, la arrogancia y soberbia con la que se ha manejado y su franca representación exacta de lo que implica ser un redneck.

La situación, una vez más, ha llegado a alturas insospechadas. Trump, su administración y sus simpatizantes, cegados por su absurda ideología del "American first", tomaron la decisión de separar a los menores de sus padres al cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. Si bien se retractaron unas horas después, el daño ya estaba hecho. Las imágenes de los niños desesperados, enjaulados, llamando a gritos entre llantos a sus padres han dado ya la vuelta al mundo; y los ciudadanos estadounidenses se miran entre ellos confundidos preguntándose qué clase de país son en realidad. ¿Están más cerca del "sueño americano" que tanto presumen o del "Yankee go home" que el resto del mundo les susurra por debajo del agua? La revista Time pone esa pregunta al aire en la nueva portada de su edición de julio. A unos días del festejo de la Independencia de los Estados Unidos, la mítica publicación incomodará, una vez más, al mandatario.

En lo personal, jamás creí ver a Donald Trump como presidente de Estados Unidos. La idea me parecía absurda. Venían de un mandato que, con todo y sus bemoles, había sido exitoso en términos generales. El primer presidente negro en la historia de ese país, uno que se ha caracterizado por el amargo trato dado a la población afroamericana. Parecía el primer paso a un mundo más incluyente, ameno, humano. Pero no, los ciudadanos de dicho país buscaron otros caminos y se cayeron 70 años hacia atrás.

Pareciera que Estados Unidos tiene como meta el vencer en todo. Se empeñan en ser los mejores en cualquier área. Yo creía que nosotros, los mexicanos, teníamos al presidente más imbécil del mundo. Pero no, vino EE.UU. y nos enseñó que, en definitiva, a ellos les gusta ser lo más.

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